miércoles, 30 de enero de 2008

Cuento sin sentido de un sueño de fiebre

-¡Dale negro levántate así vamos a la playa!
-Si ya va, ya va, no empieces a hinchar vieja
-¡Pero apurate dale!
Ese día fuimos a la playa, yo tenía miedo, vergüenza tal vez por mi cuerpo con esa enorme cicatriz que me cruza el pecho…
Casi llegando a la playa me saco la remera, expongo a la luz mi tórax rasgado, no se porque, para enfrentar mi temor supongo…
Veo que una chica se acerca, me saluda, me dice que nos conocemos pero yo no me acuerdo de ella. Después de unos minutos de chamuyo me acuerdo. Era Florencia, de la secundaria.
Veo que baja su mirada, y me pregunta -¡Daniel! ¿Que te paso ahí? No la había visto antes.
-¡Ah! Si, un accidente en el monte
-¿En el monte? ¿Un animal?
-Un yaguareté me ataco
-¡Oh! Contame por favor -
Esta bien te cuento, pero mira que yo me excito mucho cuando hablo de esto, la sangre se me llena de adrenalina. Bueno paso a contarte: Estaba caminando por el monte, lleno de árboles parecía un bosque virgen. Quería encontrar el camino que me llevaba al pueblo, pero aunque camine por mucho tiempo no encontré nada.
Me empiezo a desesperar, el sudor empieza a emerger, sufro una tremenda agitación, escucho a los pájaros cantar de distintas formas, un momento agridulce.
De pronto todo se callan, ni el correr del agua del río se escucha, ni los pájaros, ni las ranas, los mosquitos no vuelan mas. Siento, y digo siento, porque fue como si mi piel fuera un receptor de distancia, sonido y olfato.
Miro desesperadamente a todos lados, la agitación aumenta, el silencio resalta mi respiración agitada, y lo veo.
De la nada salio un animal enorme todo camuflado, con ojos que parecían de un demonio.
Un sonido estruendoso como un trueno salio de su boca, y vi la hilera de dientes hasta el ultimo de ellos, me quede paralizado, no temblaba, ni respiraba agitadamente.
En un movimiento veloz empuñe mi cuchillo, no entendía que pasaba, todo fue instintivo. El animal y yo nos quedamos quietos, ninguno quiere hacer el primer movimiento, parecía que el leía mi mente.
Se aproxima despacio, cada paso que da mi corazón late, lenta y poderosamente, y parece que el yaguareté escucha esos latidos.
Sus patas vi, sus garras temí, pero yo sin pensarlo di un paso adelante.
Otra vez quedamos quietos, habrán pasado 30 segundos pero parecieron horas.
Se me cae el cuchillo por mis manos húmedas, y en ese momento a la velocidad del rayo el animal se abalanzó sobre mí, fue tan rápido como un pestañeo, pero yo también lo fui.
En el momento que el me ataca y me tira al suelo, no se como hice pero conseguí agarrar el puñal y enterrárselo debajo del cuello.
Se cae sobre mi, muerto, pero todavía siento su calor, y su pestilente aliento.
Las garras cortaron mi pecho y tarde varios minutos en sacármelas.
Le corte una de ellas como recuerdo y me desvanecí ahí mismo.
Estaba desmayado pero podía sentir la sangre saliendo como lava de un volcán, respirar era una tortura, y la otra sangre, la del animal me baño completamente.


Creación y Gentileza de Pablo González 1º 3º C. S.

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